sintiéndose dar vueltas por una apática y gris selva
sin un plano debajo del brazo que la indicara como salir de ella.
Con movimiento apenas perceptible, rotundamente negó con la cabeza
y sus labios dibujaron una sonrisa chancera
Estrujó el cigarrillo en el cenicero, y en aquel gesto se deshizo de los restos que quedaban de aquel amor que no se había percatado que nada más nacer ya tenía efluvio a muerto.
Recogió las hojas escritas sobre la mesa y con paso seguro y firme se fue directamente a la estantería donde reposaban los tomos de las distintas etapas de su vida, y las deslizó dentro de uno de ellos, sin importarle que hubieran ido a parar al que representaba el cielo o el infierno.
Lanzando un suspiro de alivio, se pintó los labios, se puso la chaqueta y salió de casa para ir al encuentro del viento otoñal que arrastra las lagrimas y las hojas muertas.
Dedicando toda la atención al latido de su corazón, pues él era en realidad el que tenía de los diagramas del amor y del desamor, todas las respuestas.
El sol que recorría a pie el cielo sin precisar reserva, la observó desaparecer por el horizonte sin flaquearle las piernas.
A lo lejos se escuchaba el cantar de un ave que había decidido conscientemente tomar la postura de victima y seguir enjaulado pese a tener la puerta abierta, la de cobarde y dejarse llevar por la corriente del río sin oponer resistencia.
Pero ya no llegaba a oídos de ella, pues había decidido tomar de donde provenía aquel trino, la dirección opuesta.
ozna-ozna
