Para que la noche vestida formalmente con traje negro de pantalón y chaqueta, desandando lo andado, arribara acompañada de la luna, ornada de humo blanco de dormidera
De las estrellas fugaces que a los sueños interrumpidos permiten se confundan con ellas
Faltaban sesenta minutos y diez segundos, para que ella observando en la oscuridad la brasa del cigarrillo, tuviera clara idea que existe una puerta invisible por la que las almas liberadas de las ataduras que las oprimen, de las arrugas que la verdad demuestran, mudadas en energía, usando la memoria, al mundo tangible, por ella entran.
Haciendo que los afectos mutuos cual enredaderas se entrelazaran y flotaran en el ambiente.
Que las frases que quedaron sin terminar, las promesas que no llegaron a cumplirse al ser sorprendidas por la visita de Hela, ya no dolieran.
Las fotos descoloridas, los recuerdos, se trasformaran en gotas de lluvia de purpurina bella.
Que el ser en lo más intimo saboreara aquella sensación que bajin susurra al oído:
-"Nada muere, puesto que el fin es el comienzo de lo siguiente"-
Faltaban sesenta minutos y diez segundos para que el horizonte con ritmo preciso, libre de inhibiciones, de rojo se tiñera, protegido por el eco de la respiración de las almas, por la cadencia del mar, por el silencio de la floresta.
Faltaban sesenta minutos y diez segundos, para que aquella puerta invisible se abriera, y lo real y lo alegórico, en uno solo se fundieran.
ozna-ozna
